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Criterios ASG: ¿Cómo podemos invertir con impacto?

Por Gabriela Salvador, integrante del Comité de Sustentabilidad de Acafi, directora ejecutiva de VanTrust y directora GSG.

El cambio climático es de los pocos problemas que afectan profundamente a toda la población. La indiferencia sobre su importancia ha dado paso a una grave crisis global. Frente a esta realidad, cuesta entender por qué no está en el centro de todas las agendas.

Principalmente, esto se debe a dos razones. La primera de ellas es que muchos grupos de la sociedad aún no se han visto afectados de manera directa por este problema. Además, existe la sensación de que los recursos son ilimitados. Hemos crecido viendo al planeta como un supermercado: si yo saco algo o lo destruyo, alguien más vendrá y lo reemplazará en la góndola.

Sin embargo, eso está cambiando. Las nuevas generaciones tienen este tema como una prioridad, por lo que sus decisiones en materia de inversión, empresas y todo su quehacer profesional y personal incluirán factores medioambientales.

Frente a todo lo anterior, cabe preguntarnos, ¿qué son las inversiones de impacto? Son aquellas realizadas con la intención de generar impacto social o medioambiental medible, junto con retorno financiero; y ¿cómo podemos invertir con impacto? Lo primero es no hacerlo en industrias que generen gases de efecto invernadero y lo segundo, es aplicando la métrica común, que son los principales criterios ASG (ambientales, sociales, gubernamentales), los que se establecen como una herramienta para medir el impacto de una inversión en dichos temas.

Pero hay que tener ojo, no por contar con criterios ASG significa que se están haciendo las cosas bien, porque estos funcionan como un termómetro: no basta con tener uno en nuestro botiquín para afirmar que no estamos con fiebre.

Estos criterios dan una mirada en 360° a la empresa. Tenemos que entender que ha habido un cambio de foco: hoy lo que se compra o dónde se quiere invertir ya no es la finalidad, lo que importa es cómo se produce algo, los efectos de dicha empresa y quiénes están detrás de ella. No sirve centrarse solo en uno de los factores ASG (ambientales, por ejemplo) y dejar los otros dos de lado. Estos deben estar en una balanza para que el impacto que tengan sea real en la sociedad.

Es por ello que, a modo de ejemplo, desde la Acafi hemos colaborado en la nueva norma ASG, en la cual las instituciones financieras nos comprometemos a velar por dichos principios. Como el sistema financiero es el puente entre los activos y pasivos, y es generador de valor y multiplicador de riquezas, es relevante que sepamos en qué se invierten nuestros fondos.

Hoy, más que nunca, la capacidad colectiva conectada por las redes sociales tiene el poder de vetar o potenciar una marca o empresa. Es por ello que los efectos y hechos de las instituciones financieras serán develadas ante cada inversor ciudadano, y si este comportamiento no es el adecuado, es decir, si la gobernanza no vela por la noble generación de riquezas, no se crearán empresas a prueba de futuro, y muchas compañías que hoy conocemos dejarán de existir. Por el contrario, aquellas iniciativas que sí contemplen los criterios ASG y que sean consecuentes en su accionar, serán mejor valoradas y tendrán más posibilidades de ser sostenibles a largo plazo.

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Fuente: Edición Especial de El Mercurio, viernes 4 de febrero de 2022

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